domingo, 27 de marzo de 2011

UN RINCÓN AZUL: EL NAZARENO.




   Día tras día paseando por el mismo prado verde durante los meses de Enero, Febrero y mediados de Marzo sin que nada desentone ni destaque en el lienzo del paisaje. Las huellas de "Tilo" quedan marcadas suavemente sobre las últimas heladas del invierno a lo largo del tapiz uniformemente verde del campo que destaca entre las tierras oscuras en barbecho como un inmenso tablero de ajedrez. Sin embargo hoy, en uno de los rincones entre los praderíos y el encinar destacan unas gotas de color azul que rompen la monotonía severa del campo.
Ya están aquí los primeros "nazarenos" anunciando la inminente llegada de la primavera, y aún no se han marchado del todo los aires fríos del invierno cuando ya estas insignificantes florecillas alegran con su fina simplicidad azul los márgenes del camino y los rincones soleados del monte.
File:Illustration Muscari neglectum0.jpg
"Muscari neglectum" según un grabado de 1.885

"Muscari atlanticus" o su sinónimo "Muscari neglectum",(que de ambas formas se le clasifica) es el rimbombante nombre científico de esta planta; pero ahí van en nuestro rico idioma castellano las diversas denominaciones con que los vocablos populares las reconocen a lo largo y ancho de nuestra geografía:
" agüelicos, ajo de perro, azulete, cebolla de lagarto, cebollica de milano, cebollita de milano, chapín de reina, clavos de Dios, espartillo, frailes, gatos, guitarrillos, hierba del querer, hierbas de los amores, jacinto, jacinto racimosa, jacinto racimoso, jacintos, jacinto silvestre, jacintos silvestres, lloricas, macandil, matacandiles, mata del azulete, mayos, moras, moreta, moro, nazareno, nazarenos, nazarones, pajarillos, penitentes, piececillo de Nuestro Señor".

Si paseáis por el campo y queréis localizarlas, no esperéis encontrar una planta grande y llamativa. Ni mucho menos; el "nazareno", "agüelico", "ajo de perro", "matacandiles" o como prefiráis llamarla, no levanta del suelo más que medio palmo. Sus hojas son finas , de unos dos milímetros de ancho y extendidas a ras de hierba, sección semicilíndrica y acanaladas en el centro. La inflorescencia, es decir, sus diez o quince flores con forma de vasija y agrupadas en racimo, son de un color azul oscuro que contrasta con la fina línea blanca y dentada de su borde.

   Y si por curiosidad arrancáis alguna de estas plantas descubriréis que bajo tierra aparece un pequeño bulbo de donde se desprenden sus raíces y arranca el tallo.
¿Su hábitat...?: colinas, campos de cultivo, viñas, olivares, bosques, jardines, terrenos herbosos,  y hasta los 2000 metros de altitud, pero siempre en espacios abiertos con abundancia de luz.
Un saludo desde estas páginas a los "nazarenos"; vuelven a casa desde el largo sueño del invierno. 
 

lunes, 21 de marzo de 2011

2.011, AÑO INTERNACIONAL DE LOS BOSQUES

El Miércoles 2 de Febrero de este año 2011, en la sede de Naciones Unidas y a la 9,30 a.m. hora local de Nueva York, se ha realizado el lanzamiento y proclamación oficial del 2011 Año Internacional de los Bosques como "reconocimiento a estos ecosistemas y su ordenación sostenible al contribuir al desarrollo y la erradicación de la pobreza".


Desde el año 1985 no se dedicaba un año a los bosques. En aquella edición fue promulgado por el Consejo de la ONU para la Agricultura y la Alimentación (FAO), organismo que en esa época llamó la atención de los estados miembros, para tomar conciencia sobre la necesidad de proteger los bosques.
En nuestro mundo, habitado por casi siete mil millones de personas, los bosques representan más del 30 por ciento del territorio y contienen el 80 por ciento de la biodiversidad del planeta. Pero pierden al año trece millones de hectáreas, es decir una superficie equivalente a la cuarta parte de la península ibérica.
Las causas que señalan los expertos son todas provocadas por los seres humanos: sobreexplotación y tala ilegal, la conversión a tierras agrícolas y ganaderas, recolección insostenible de madera, gestión inadecuada de la tierra, creación de asentamientos humanos, explotaciones mineras y petrolíferas o la construcción de embalses y carreteras.
Por ello, el lema elegido para la campaña es "Los bosques, para las personas", con el objetivo de resaltar el papel fundamental de los seres humanos en la protección de los bosques, hogar de 300 millones de personas en el mundo, especialmente pueblos indígenas que están también amenazados.
PORQUE TODOS SOMOS BOSQUE...

jueves, 17 de marzo de 2011

EL ALCORNOQUE, LA PIEL DE LA DEHESA.


Alcornoque.-La-Torre

Amanece un día cualquiera del mes de Julio en uno de los muchos alcornocales de Extremadura y Andalucía.
Un horizonte tiznado de verde hasta donde abarca la vista se prepara para desvestirse. Hombres rudos del campo, artesanos de un oficio ancestral, guardianes y mantenedores del alcornocal desde tiempos remotos, quitarán la piel al bosque de la dehesa con sus herramientas arcaicas y artesanas: el hacha curva y la larga vara  como cuña. La corteza, que en otros árboles no supera el milímetro, en los Alcornoques (Quercus súber) puede llegar a alcanzar los 25 cm. de espesor. Su "piel", una vez arrancada con sumo cuidado fruto de centenares de años de experiencia, es lo que llamamos vulgarmente como "corcho". De ahí que su recolecta anual se conozca como "la saca del corcho" o "la pela del alcornoque".


150 o 200 años de vida:  
El alcornoque llega a la edad adulta a los 25 años, tiempo en que se le arranca su piel adolescente, rugosa, recorrida por grietas, irregular y trabada al tronco. Sobre su roja desnudez, casi infantil, comenzará a crecer de nuevo la piel, pero habrán de pasar nueve años para recuperar su epidermis y poder efectuar una nueva saca. En el momento de la circulación de la savia, los "sacaores" ejecutan el pelado sin tocar el tronco. Con fuerza, habilidad y respeto cosen el árbol con hachas, de arriba abajo, buscan la incisión vertical y limpia que procura un corcho fino, regular y homogéneo. La escena se repetirá a lo largo de más de un siglo. A los 150 o 200 años, como un venerable anciano mimado y bien cuidado, el alcornoque envejecido muere.
Un trabajo en cadena:

Los "sacaores", haciendo uso de sus hachas curvas y varas como cuñas precisan de media hora para "pelar" el árbol. Pasan el testigo al "rajador" quien corta las corchas en tiras pequeñas que facilitan su transporte y aseguran que no se rompan mal. El "juntador" las apila y el "acarreador" las carga en las mulas o el tractor. Posteriormente, los camiones repletos de la blanda "piel" del bosque, se dirigen a las fábricas que todavía hoy resisten el triunfo de las alternativas sintéticas al corcho.


Naturalmente Corcho
La importancia de los alcornocales  como cunas de biodiversidad es de vital importancia dentro del ecosistema denominado monte mediterráneo, de ahí que ADENA (Asociación para la Defensa de la Naturaleza) haya lanzado una campaña en favor del corcho como medida de conservación de los alcornocales. Tanto los alcornocales puros como en formaciones boscosas mixtas con encinas o robles, adehesados o acompañados de especies  matorrales como cantueso, brezo, jara, olivilla, ruscus, aladierno, etc., los alcornocales forman parte de ese sustrato vegetal necesario para la vida de multitud de especies  de las distintas clases del reino animal.

 Entre ellos podemos destacar al ciervo rojo y al jabalí, codiciadas piezas de caza mayor; la culebra bastarda o la salamandra común, representando a los reptiles y anfibios mediterráneos; el ciervo volante y la mariposa nocturna gran pavón por parte de la ingente cantidad de insectos. Pero sobre todo es la comunidad ornítica la que destaca en los alcornocales: desde pequeños paseriformes como el carbonero común, el herrerillo capuchino, el agateador común, el trepador azul, pinzón vulgar, etc, hasta las grandes rapaces como la culebrera europea, buitre negro,  águila imperial ibérica o las migratorias grullas desde los lejanos fríos del norte.





La industria corchera, que desde hace varios siglos aprovecha la corteza del alcornoque para ofrecer un producto absolutamente natural  obtenido tras un proceso modelo de  sostenibilidad  por su escaso impacto medioambiental, contribuye por su interés  en la conservación de los alcornocales y de forma indirecta en la conservación de las especies anteriormente citadas ; por tanto, consumiendo productos de corcho natural estamos contribuyendo al mantenimiento de una industria sostenible y garantizando la conservación de un ecosistema del que dependen  especies animales emblemáticas del continente europeo.
Trepador-azul


viernes, 11 de marzo de 2011

Vivir la Naturaleza con los niños...



  Es Domingo. Un Domingo lluvioso y oscuro de finales de Invierno. Son ya las ocho de la mañana pero el cielo está tan encapotado que apenas se distinguen desde lejos los puestos de libros "de viejo" en el mercado de San Antonio en Barcelona. Bajo la fría luz de los fluorescentes los libreros tienen ya casi extendidos la totalidad de sus volúmenes. Libros antiguos de tapas color de corcho y páginas amarillentas; libros nuevos, plastificados aún, esperando que ojos curiosos recorran sus líneas todavía vírgenes;  libros viejos con olor a moho y lomos desgastados...   La mirada recorre un puesto tras otro. En un rincón, un viejo con cara de pocos amigos vuelca y apila sin orden ni concierto varios montones de libros. Entre esa montaña de papel de tonos uniformemente grises y amarronados (entristece un poco la falta de delicadeza con que los tomos son tratados por el viejo), asoma la esquina de un fino y pequeño volumen de tapas duras que destaca sobre los demás por su color vivo amarillento y azul celeste. Al tenerlo entre las manos leemos el título: "VIVIR LA NATURALEZA CON LOS NIÑOS", de Joseph Bharat Cornell.

El autor, Bharat Cornell, en plena naturaleza, practicando con sus jóvenes amigos las ideas que expone en este libro. 
    Una vez en casa y con el libro a salvo de malos tratos, descubrimos que el autor es un prestigioso naturalista que allá por la década de los 70 y 80 marcó un hito importante en la educación  medioambiental tanto infantil como juvenil en los Estados Unidos. Sus numerosas obras son todas ellas un compendio de juegos y actividades encaminadas a hacer "sentir" al niño el pulso mismo de la Naturaleza. Casi inmediatamente a su aparición editorial, "Vivir la Naturaleza con los niños" atrajo la atención del público en general. 
Las agrupaciones juveniles de exploradores (boy scouts), las sociedades dedicadas a preservar el medio, la prensa y los padres fueron cautivados por las ideas sensibles e imaginativas de Cornell destinadas a familiarizar a los niños con el mundo Natural.
Cada uno de los 42 juegos presentes en el libro se encaminan a desarrollar y potenciar en el niño sus sentidos de vista, oído, olfato, gusto y tacto, la actividad en común y el conocimiento del medio, resaltando a su vez la prioridad del "sentir" al "saber".

  En un mundo como el actual, superpoblado y educado desde la infancia en un alto afán consumista, es básico y prioritario que despleguemos todos nuestros esfuerzos para que los niños no pierdan el contacto con la madre Tierra, sus ritmos naturales, sus estaciones cambiantes, su hermosura y sus enigmas. A decir verdad, nada que pueda incrementar el amor de los niños por la ecología y la naturaleza será nunca excesivo. Es con este espíritu que el autor de esta obra, Joseph Bharat Cornell, escribió este libro, a modo de guía, para que los padres, monitores y educadores puedan ayudar a los más jóvenes a emprender la maravillosa aventura de vivir y compartir la Naturaleza. Y hoy por hoy, a pesar de los más de treinta años transcurridos desde su aparición en las editoriales norteamericanas, "Vivir la Naturaleza con los niños" sigue estando tan fresco y joven como cuando salió de la pluma de Joseph Bharat Cornell.